Investigadores del ICP publican hoy en los Proceedings of the Royal Society B una de las primeras evidencias a partir del registro fósil que apoya la teoría evolutiva del envejecimiento, según la cual las especies que evolucionan en ecosistemas con baja mortalidad y con una limitación de recursos tienden a ser más longevas. Un paradigma de estos ambientes son las islas.
El trabajo muestra que la altura de los dientes de mamíferos endémicos insulares es un indicador de su longevidad, y pone en cuestión el uso de este rasgo morfológico como un indicador exclusivo para inferir la dieta de las especies fósiles, así como para interpretar el clima en el que vivían.
Los sistemas insulares funcionan a menudo como laboratorios naturales para poner a prueba hipótesis evolutivas, dado que son menos complejos que los sistemas continentales. El aumento de la longevidad de las especies endémicas de islas es una adaptación que predice la teoría evolutiva del envejecimiento, en el marco de una estrategia evolutiva que las empuja hacia un ciclo de vida más lento, debido a la ausencia de depredadores y la limitación de recursos. En este contexto, Xavier Jordana y el resto de investigadores que firman el trabajo que publica hoy la edición online de los Proceedings of the Royal Society B se preguntan si el aumento de la altura de los dientes en los herbívoros endémicos de islas puede ser una respuesta evolutiva a esta longevidad. Esto cuestionaría el consenso que hasta ahora explicaba este rasgo morfológico principalmente a partir de diferencias en la dieta y el clima.
La conclusión del trabajo «Evidence of correlated evolution of hypsodonty and exceptional longevity in endemic insular mammals» es que sí, que Myotragus balearicus, la especie fósil escogida para este estudio, necesitaba unos dientes más altos para llegar a vivir tantos años. La hipsodoncia, como denominan los expertos al hecho de tener una corona dental más alta, puede ser un indicador de especies más longevas.
Tal y como explica el investigador del ICP Xavier Jordana, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) en los másteres oficiales en Biología Humana i en Paleontología y autor principal de este trabajo, «el estudio se centra en una especie fósil, pero nuestros resultados tienen implicaciones en los mamíferos herbívoros en general, extintos y actuales, y más concretamente en las especies endémicas de islas. Los endemismos insulares comparten una serie de características comunes, conocidas como el síndrome de la isla, y diferentes a las de sus parientes continentales, puesto que evolucionan en unas condiciones ecológicas especiales, como son la ausencia de depredadores, la alta densidad poblacional y la escasez de recursos.»
La investigación que se publica ahora analiza la dieta, la longevidad y el patrón de mortalidad de M. balearicus, un bóvido fósil endémico de las Islas Baleares. El trabajo concluye que, a pesar de ser extremadamente hipsodonto, M. balearicus era un herbívoro mayoritariamente ramoneador, que se alimentaba de hojas y brotes de árboles y arbustos, y probablemente, también, de tubérculos y raíces, que implican un mayor desgaste de la dentadura puesto que hay que remover la tierra para llegar a ellos. Aun así, no llegaba a tener una dieta tan abrasiva como la de los herbívoros que se alimentan mayoritariamente de pastos y que, por lo tanto, presentan las dentaduras más altas. Este tipo de dieta, sin embargo, no es suficiente para explicar la hipsodoncia de Myotragus.
Al analizar la longevidad de M. balearicus a partir de las líneas de crecimiento anual del cemento de los dientes, los investigadores obtienen una medida de unos 27 años, casi el doble de lo que se esperaría para un bóvido de su masa corporal. Además, el estudio del patrón de mortalidad en dos poblaciones de M. balearicus, una en Cova Estreta y la otra en Cova des Moro en Mallorca, muestra tasas de supervivencia en edades juveniles y adultas más elevadas que en los bóvidos continentales actuales. Es decir, una gran parte de la población lograba edades avanzadas y, por lo tanto,M. balearicus era una especie con un ritmo de senescencia lento, o, lo que es lo mismo, envejecía tarde.
Todo ello son resultados consistentes con la teoría evolutiva del envejecimiento que predice el retraso de la senescencia en poblaciones con un índice de mortalidad extrínseca bajo. En un entorno en el que pocos elementos externos pueden causar la muerte de los individuos de una especie, como es el caso de la falta de depredadores en una isla, dicha especie se adapta cambiando su ritmo de envejecimiento y la duración de su vida. En el caso de los herbívoros, una manera de hacerlo es seleccionando aquellos individuos de la población que tengan dientes más altos, para los que la senescencia empezará más tarde.
Myotragus, un modelo para los estudios de evolución
El género fósil Myotragus ha resultado un modelo ideal para hacer estudios de evolución en las islas y M. balearicuses la especie terminal, que se extinguió hace unos 3.000 años. Myotragus sobrevivió totalmente aislado en Mallorca y Menorca durante más de 5 millones de años, desde el Plioceno hasta el Holoceno. Durante su evolución, Myotragussufrió cambios importantes, que afectaron especialmente el sistema locomotor y su tamaño, así como también su sistema nervioso y alimentario. El enanismo, la disminución del cerebro y los cambios en la dentadura son los rasgos evolutivos más característicos. Muchos de estos rasgos morfológicos son compartidos por el conjunto de las faunas insulares, como es el caso del aumento de la altura de la corona dental de los molares.
En el estudio se han usado restos fósiles de M. balearicus, recuperados en diferentes yacimientos de Mallorca, especialmente en Cova Estreta (Pollença), Cova des Moro (Manacor) y Cova Moleta (Sóller). Actualmente, estos fósiles están depositados en las colecciones del Museo del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont, en Sabadell, y el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados y el Museo Balear de Ciencias Naturales, en Mallorca.
En el libro Turtles: Anatomy, Ecology and Conservation, los investigadores del ICP Josep Marmi y Ángel H. Lujanhacen una revisión del conocimiento que tenemos actualmente sobre la historia evolutiva de las tortugas: desde sus orígenes, hace unos 225 millones de años, hasta hoy mismo. El capítulo que firman estos investigadores, "An overview of the Threatened Phylogenetic diversity of living Testudines based on a review of the complejo evolutionary history of turtles", recoge una revisión actualizada sobre el conocimiento del registro fósil y la filogenia de las tortugas, así como también los datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) sobre el estado de conservación de las especies actuales. Los resultados son preocupantes, ya que sólo tres de los linajes actuales tienen un riesgo de extinción relativamente bajo. El resto, hasta 11 linajes más, tienen un riesgo moderado o alto de desaparecer. De hecho, en tres casos, los linajes tienen una sola especie amenazada o críticamente amenazada. Las conclusiones son, pues, bien claras: la mayoría de las ramas del árbol evolutivo de las tortugas actuales están amenazadas de extinción.
El capítulo se adentra primero en las relaciones filogenéticas de las tortugas con el resto de amniotas, el grupo de vertebrados que incluye los reptiles, las aves y los mamíferos. Las tortugas son una rara avis en este grupo, ya que presentan características muy peculiares como es la presencia del caparazón. A partir de los estudios paleontológicos publicados, se explica la evolución de esta estructura y se describen también sus diversos patrones ecológicos. Como nos explica Josep Marmi, a lo largo de su historia evolutiva, las tortugas se han adaptado a diferentes ambientes, desde los completamente terrestres hasta los completamente marinos. Esto se refleja en la forma de sus extremidades y también en el caparazón. El capítulo continúa explicando cómo se diversificaron los diferentes linajes de tortuga a lo largo de 225 millones de años.
En la segunda mitad del capítulo el discurso se centra más en el estado actual de las tortugas. Por un lado, se explica cuando se originaron los grupos actuales y por otro se incorpora la información recogida por la UICN en cuanto al estatus de conservación de estos animales. El análisis conjunto de los datos de las especies extintas y actuales, permite a Josep Marmi y Ángel H. Lujan discutir el número de linajes que podrían desaparecer si lo hacen las especies amenazadas que contienen. Y los investigadores del ICP concluyen que la mayor parte del árbol evolutivo sobreviviente de las tortugas está seriamente amenazado de extinción. La extinción de las tortugas representaría, pues, la desaparición de un patrón corporal único en los vertebrados.
En el mismo libro, publicado por Nova Science Publishers, se recogen otros artículos sobre la anatomía, la ecología y la conservación de las tortugas. El resto de capítulos presentan datos y estudios sobre la acumulación y la distribución de metales en los tejidos de las tortugas como bioindicadores de la polución marina; la mortalidad de las tortugas marinas de las Islas Canarias; la tortuga pintada como modelo de tolerancia a la anoxia, la falta de oxígeno respirable en las células o tejidos de un organismo; o sobre cómo las tortugas de agua dulce responden a la sequía.
+ info Marmi J, Luján AH (2012) An overview of the threatened phylogenetic diversity of living testudines based o a review of the complex evolutionary history of turtles. In: Cosgrove MJ, Roe SA (Eds) Turtles: Anatomy, Ecology and Conservation. Pp. 117-150. Nova Science Publishers, New York. (amazon, ebook)
El American Journal of Physical Anthropology publica esta semana en su edición online el trabajo «The Thumb of Miocene Apes: New Insights From Castell de Barberà (Spain)», que firman tres investigadores del ICP y que muestra que las proporciones de la mano humana, especialmente en cuanto a su largo pulgar, son más similares a las proporciones de los simios fósiles que a las de los grandes simios actuales. Los chimpancés, gorilas y orangutanes presentan una mano alargada con un pulgar corto, ya que están adaptados a suspenderse bajo las ramas.
A partir de nuevos restos del pulgar de un simio fósil del yacimiento de Castell de Barberà (Barberà del Vallès, Barcelona), los investigadores del ICP Sergio Almécija -actualmente en el Museo Americano de Historia Natural- David M. Alba y Salvador Moyà-Solà publican una investigación que compara la morfología de la mano de los humanos con la de los grandes simios actuales, así como también con la de diferentes especies de simios fósiles. El trabajo que se publica esta semana en la edición online del American Journal of Physical Anthropology se centra en el dedo pulgar, y concluye que el hecho de tener una mano ligeramente corta con un pulgar relativamente largo es una característica primitiva que ya estaba presente en los simios fósiles.
Así pues, el hecho de tener un pulgar largo no estaría directamente relacionado con la evolución de una motricidad fina de las manos, como la que caracteriza a los humanos, sino a la capacidad de los simios fósiles de poder agarrarse a las ramas de los árboles de forma segura mientras caminaban por encima suyo. No fue hasta más tarde que los simios desarrollaron adaptaciones para la ortogradía, la posición erecta del tronco, que permitió a algunos simios desplazarse colgándose de las ramas de los árboles (desarrollando manos largas con pulgares cortos) y a los ancestros de los humanos desarrollar el bipedismo. Gracias al hecho de caminar sobre las extremidades inferiores, las manos fueron liberadas en cuanto a la locomoción, y los humanos hemos podido sacar el máximo provecho del pulgar para manipular objetos.
En general, los primates presentan unas manos a caballo entre adaptaciones basadas en la locomoción y las basadas en la manipulación. En algunos casos, el pulgar no juega un papel importante en los desplazamientos, pero siempre tiene un papel destacado en las actividades de manipulación. Esto hizo pensar durante mucho tiempo que el largo pulgar de los humanos era una adaptación evolutiva ligada a nuestra capacidad de hacer cosas con las manos. Este estudio, sin embargo, muestra que tener un pulgar largo es una condición primitiva, ya presente en los simios fósiles del Mioceno (los primeros homínidos) hace entre 13 y 10 millones de años, que tenían un pulgar relativamente largo, como los humanos. En cambio, parece ser que los simios actuales (que son más grandes que los fósiles) son los que han evolucionado más en este respecto, alargando la mano y reduciendo la longitud del pulgar para poder suspenderse bajo las ramas.
+ info Sobre Castell de Barberà y ortros hallazgos fósiles
Esta semana se publica en la edición online de la revista The Anatomical Record resultados de una investigación que identifica características del diseño del húmero que permiten distinguir, a partir de la observación de un fragmento de este hueso, si pertenece a un humano o a un gran simio antropomorfo. Este trabajo se enmarca en una investigación sobre el diseño y eficiencia del antebrazo de los homínidos, liderado por el grupo de Antropología Biológica de la UAB y que cuenta con la colaboración del investigador del ICP Xavier Jordana.
El antebrazo de los hominoideos , los primates ortógrados actuales y fósiles, tiene un movimiento de rotación a lo largo de su eje longitudinal, conocido como prono-supinación, que lo caracteriza. Los hominoideos incluyen a los actuales gorilas, chimpancés, orangutanes, gibones y los humanos. El trabajo «3D Analysis of the Forearm Rotational Efficiency Variation in Humanos» muestra por primera vez que es gracias al epicóndilo que podemos trata de distinguir entre los humanos y el resto de grandes simios antropomorfos. El epicóndilo es una prominencia ósea situada en el extremo inferior del húmero (ver figura que sigue). Los investigadores que firman el artículo que publica esta semana la revista The Anatomical Record muestran que en los grandes simios antropomorfos el epicóndilo es mayor y se orienta en una dirección más proximal -más cercana al hombro- que en el caso de Homo sapiens.
Las investigaciones para conocer los detalles de este movimiento son ya antiguas, y se basan en la hipótesis de que la evolución de este grupo de primates habrá optimizado un diseño que sea más eficiente en aquellos movimientos más habituales para cada especie. De hecho, el estudio se adentra en los detalles de la forma y el tamaño del húmero, el radio y el cúbito de los humanos, así como también en la posición relativa de las inserciones musculares, y los compara con los de gorilas, chimpancés y orangutanes. El extremo inferior del húmero y la curvatura del radio son dos de los rasgos morfológicos que se han demostrado más importantes para entender la prono-supinación. Era ya conocido, por ejemplo, que el epicóndilo de los primates cuadrúpedos o pronógrados está orientado en una dirección más dorsal que en el caso de los ortógrados, que se caracterizan por tener el tronco erecto.
En este trabajo los investigadores estudian también la eficiencia de los movimientos de prono-supinación en humanos, en función del ángulo de rotación y de si el brazo está estirado o flexionado, y la compara con la de los simios antropomorfos. Los resultados son interesantes por dos motivos. Primero porque el estudio de este patrón de eficiencia permite distinguir perfectamente entre los humanos y los simios. Segundo, porque las características de este patrón son coherentes con la hipótesis de una adaptación evolutiva morfofuncional que sigue criterios de eficiencia.
En la figura anterior, vemos que el movimiento de prono-supinación es menos eficiente energéticamente en los humanos que en los grandes simios. Este es un resultado en cierto modo esperado, ya que en los grandes simios la prono-supinación está ligada a su manera de desplazarse: trepando a los árboles en los orangutanes, o caminando sobre los nudillos en el caso de los gorilas y chimpancés. El desplazamiento es una actividad con un coste energético muy elevado y por ello esperamos que la evolución seleccione un diseño más eficiente. En cambio, en los humanos este movimiento está mucho más ligado a la manipulación, que tiene un coste energético mucho más bajo.
Además, las curvas de eficiencia energética tienen su máximo en ángulos de rotación diferentes. En el caso de los humanos este ángulo coincide con la posición neutra cuando tenemos los brazos estirados, y cambia cuando tenemos los brazos flexionados. En cambio en orangutanes, chimpancés y gorilas este máximo se alcanza en las posiciones locomotoras habituales.
A partir de los resultados de este trabajo, los investigadores han iniciado ya la siguiente fase de la investigación que incorporará a otros primates actuales ya especies fósiles. Desde la perspectiva de la paleontología esto abre una nueva vía para identificar en los restos fósiles un rasgo morfológico muy concreto, pero fácil de medir gracias a las tecnologías 3D, que permite identificar las adaptaciones evolutivas a los diferentes tipos de locomoción de los homínidos, así como también las coaptaciones a las habilidades de manipulación.
Esta línea de trabajo completa la del estudio de la mano de los hominoideos (enlace), liderada desde el Grupo de Investigación de Paleoprimatología y Paleontología humana del ICP. Más allá de las implicaciones en la evolución de los homínidos, estos estudios permiten avanzar también en campos como la robótica o el tratamiento y prevención de discapacidades y la medicina del deporte.
Jucaraseps grandipes es el nombre del nuevo género y especie de lagarto cretácico que ha publicado recientemente la revista Palaeontology. Se trata de un lagarto extinto diminuto, de unos 27 milímetros de longitud (sin contar la cola) y menos de un gramo de masa, cuyo esqueleto fósil articulado se encontró en el yacimiento de Las Hoyas, en Cuenca. El trabajo lo firman el investigador del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP) Arnau Bolet y la investigadora de la University College of London (UCL) Susan E. Evans.
El yacimiento cretácico de Las Hoyas, que data de hace unos 120 millones daños, es conocido internacionalmente por el hallazgo de numerosos esqueletos articulados de vertebrados en un estado de preservación excepcional. El trabajo que ha publicado la revista Palaeontology en su edición online, y que firman Arnau Bolet del ICP y Susan E. Evans de la UCL, describe un nuevo género de lagarto a partir de los restos de un esqueleto en conexión extremadamente pequeño pero muy bien preservado.
La nueva especie ha sido bautizada como Jucaraseps grandipes. El género recibe su nombre a partir del río Jucar, que pasa cerca del yacimiento, y de la palabra latina seps que significa lagarto o serpiente. grandipes, por su parte, deriva de las palabras latinas grandis y pes, que quieren decir grande y pie. De hecho, la configuración que presentaJucaraseps, en la que las patas son bastante reducidas pero los pies son proporcionalmente muy grandes, es única entre todos los lagartos, tanto fósiles como actuales. El holotipo de esta especie se encuentra depositado en elMuseo de las Ciencias de Castilla-La Mancha en Cuenca.
Si lo comparamos con otros lagartos actuales y teniendo en cuenta el hábitat de Las Hoyas en el Cretácico Inferior, probablemente Jucaraseps era un lagarto terrestre que cazaba pequeños insectos, y que habría sido presa de otros pequeños vertebrados y, tal vez, también de grandes invertebrados.
Hasta ahora se desconocían lagartos tan pequeños del período del Cretácico, aunque entre los amniotas actuales las especies más pequeñas son todas lagartos. Tener un tamaño tan pequeño conlleva un gran número de ventajascomo una maduración mucho más rápida, más agilidad, necesidades energéticas más reducidas y el hecho que facilita tener poblaciones más grandes, con una mayor reserva genética.
Jucaraseps es el más pequeño de los cinco tipos de lagartos encontrados en Las Hoyas. Hace unos meses, los mismos investigadores publicaron un trabajo sobre el segundo espécimen de Scandensia ciervensis encontrado en este yacimiento. Además, del género Meyasaurus se han encontrado diferentes ejemplares, seis de los cuales ya se han descrito y otros aún deben estudiarse. Hace unos años se describió también el lagarto Hoyalacerta sanzi, que sólo es conocido por el ejemplar tipo. Del quinto lagarto sólo se conocen los osteodermos (placas dérmicas), que son bastante característicos y permiten relacionarlo con los Paramacellodidos, un tipo de lagarto ampliamente distribuido en el Mesozoico.
Las Hoyas es un yacimiento de una riqueza excepcional, que ha entregado también numerosos restos fósiles de peces, anfibios (ranas y salamandras) y reptiles como cocodrilos, tortugas y aves, además de los lagartos.
Un equipo del ICP ha recuperado decenas de restos fósiles en Gelida (Barcelona), en un yacimiento descubierto hace apenas un año en el barrio de la Valenciana. Destacan huesos de tortugas gigantes y los restos de un gran mamífero: un rinoceronte. Los trabajos continuarán hasta mediados del mes de junio, pero la excavación se cerrará este viernes. Esta tarde niños y vecinos de la zona visitarán la excavación.
En el año 2011 la construcción de una rotonda y la ampliación del arcén de la carretera que va desde Gelida a Sant Sadurní d'Anoia, en la provincia de Barcelona, dejó al descubierto el antiguo yacimiento paleontológico de la Valenciana, que toma el nombre de este barrio de Gelida. Los restos de huesos pasaron inadvertidas a los obreros y los vecinos, pero afortunadamente no al equipo de paleontólogos del ICP que exploraba la zona y que redescubrió este yacimiento.
La excavación la co-dirigen los investigadores del ICP Daniel de Miguel, Joan Madurell e Isaac Casanovas, y cuenta con la colaboración del investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid Oscar Sanisidro, que es también conocido por la su labor como paleoil ilustrador.
Hasta ahora, se han recuperado decenas de restos que incluyen huesos de tortugas gigantes y el costillar, un fémur y algunas molares de un rinoceronte. A pesar de que habrá que esperar a los trabajos de investigación que se harán desde el ICP para confirmarlo, el rinoceronte fósil seguramente pertenece al género Plesiaceratherium, del que ya se habían encontrado restos en otras excavaciones en la zona. Estos rinocerontes extintos serían de pequeño tamaño, un poco más pequeños que los actuales rinocerontes de Sumatra, la especie actual más pequeña, que puede llegar a tener una masa de unos 800 kilos (mientras que el rinoceronte blanco, en cambio, puede superar los 3.000 kilos).Plesiaceratherium, hasta donde sabemos, habría sido un rinoceronte grácil, sin cuernos y seguramente de costumbres semiacuáticas.
Para recuperar los fósiles más pequeños, todo el sedimento excavado se criba utilizando cedazos especiales. De momento ya se han identificado varias especies de roedores y algunas zarigüeyas, unos pequeños marsupiales arborícolas que aún viven en los bosques cálidos de América y que como los canguros tienen una bolsa donde llevan a sus crías. La combinación de restos de pequeños y grandes mamíferos permitirá a los investigadores reconstruir con precisión el paisaje de Cataluña durante el Mioceno inferior, así como también los animales que lo poblaban.
El yacimiento de la Valenciana corresponde a un pequeño lago que existió en esta zona durante el Mioceno inferior, hace unos 16,5 millones de años. En aquel momento la temperatura global era unos grados más alta que hoy, y en Cataluña el clima era subtropical y seco. Desde entonces el clima se ha ido enfriando, al tiempo que los hábitats y la biodiversidad que conocemos iba tomando forma. La excavación ha atraído a numerosos curiosos y vecinos de Gelida, sobre todo del barrio de la Valenciana, que no eran conscientes de que tenían un yacimiento tan importante al lado de casa. Esta misma tarde, un profesor de la localidad ha organizado en colaboración con el ICP una visita al yacimiento para los niños y vecinos de la zona.
Los capitosaurios eran depredadores activos, con unas capacidades masticatorias similares a las de algunos cocodrilos actuales. Así lo explica el trabajo recientemente publicado por la revista The Anatomical Record, que firman investigadores del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP) en colaboración con investigadores de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). Los capitosaurios fueron los anfibios más grandes que nunca han existido y se extinguieron hace unos 215 millones de años.
A partir del estudio de 17 taxones de capitosaure, el investigador del ICP Josep Fortuny y sus colaboradores se adentran en los cambios morfológicos del cráneo de las diferentes especies y en cómo modificaron la forma en que estos animales se alimentaban. Los resultados, que se publican en el artículo "Skull Mechanics and the Evolutionary Patterns of the ótico Notch Closure in Capitosaurs (Amphibia: Temnospondyli)", muestran que estos grandes anfibios eran carnívoros con una importante diversidad en la potencia y amplitud de la mordedura . El trabajo lo ha publicado recientemente la revista de la Asociación Americana de Anatomía The Anatomical Record, en su edición online. Los capitosaurios son conocidos en todos los continentes y en el trabajo se analizan taxones de todo el mundo, todos ellos de hace más de 200 millones de años.
Los investigadores catalanes han estudiado la evolución de diferentes rasgos morfológicos en los cráneos de los capitosaurios y han obtenido la distribución de tensiones en la estructura ósea para diferentes tipos de mordida. Los resultados son concluyentes en cuanto a su manera de alimentarse. Mientras que algunos anfibios actuales, como la mayoría de salamandras acuáticas, realizan una potente succión para capturar su alimento, los capitosaures adultos mordían directamente a sus presas sin ningún tipo de succión, como lo hacen los cocodrilos.
"Aparte de explicar cómo se alimentaban los capitosaurios, quisimos validar también la hipótesis planteada por la paleontòloga A. Howie durante los años 70 del siglo pasado, y aquí los resultados han sido algo sorprendentes ", explica el investigador del ICP Josep Fortuny. Las formas más primitivas de capitosaurio tenían los cuernos tabulares, los huesos donde se insertaba la musculatura responsable de abrir y cerrar la boca, orientadas posteriormente. En las formas más derivadas, en cambio, estas se desplazaron lateralmente hasta crear una pequeña isla en la parte posterior del cráneo, conocida como la escotadura ótica. Howie planteaba que esta evolución hacía más óptima, a nivel biomecánico, la mordedura.
En contra de esta hipótesis, los resultados del artículo que se acaba de publicar muestran que los cuernos tabulares más primitivos eran también óptimos para realizar la apertura de la boca. Así pues, los mecanismos evolutivos que provocaron el cierre de esta escotadura no tienen mucho que ver con una mejora biomecánica de este movimiento y serán necesarios más estudios para entender mejor estos cambios.
El cálculo de la distribución de las tensiones en los cráneos de los capitosaurios se ha realizado mediantemetodologías de la biomecánica computacional, como pueden ser el Análisis por Elementos Finitos (FEA) y la Ingeniería Asistida por Computadora (CAE). Estas técnicas han permitido la creación de los modelos de los cráneos para poder comparar entre ellos la respuesta estructural frente la aplicación de las fuerzas y condiciones de contorno correspondientes a las diferentes tipologías de mordida.
Los capitosaurios se incluyen en la gran familia de los Temnospondilos, considerada la antecesora de los actuales anfibios (donde encontramos a las ranas, las salamandras o las cecilias). La mayoría de anfibios actuales son de pequeño tamaño, mientras que los capitosaurios superaban fácilmente el metro de longitud y podían llegar hasta los seis metros. Los capitosaurios se extinguieron hace unos 215 millones de años y se han clasificado, durante muchas décadas, teniendo en cuenta la morfología del cuerno tabular.
Una mordida muy diversa
En sus formas más basales, como es el caso de Wetlugasaurus, encontramos los cráneos más débiles. A medida que las formas radian, nos encontramos con animales que son capaces de generar una mordedura más potente.
La elongación de los cuernos tabulares, con el consecuente cierre de la escotadura ótica, se había interpretado durante años como un indicador de un mordisco más potente. Este estudio muestra, sin embargo, que Paratosuchus tenía una de las mordeduras más potentes del grupo estudiado, junto con Cyclotosaurus, pese a que la escotadura ótica es abierta y los cuernos tabulares no son especialmente largos.
En este estudio los investigadores del ICP y de la UPC observan que otros rasgos morfológicos como la anchura del cráneo y la longitud del hocico son tan o más importantes que los cuernos tabulares o el cierre de la escotadura ótica para entender la mordedura de los capitosaurios.
El trabajo que ha publicado The Anatomical Record complementa un estudio publicado el verano de 2011, y que mostraba como las primeras formas de tetrápodos, entre los que se incluyen los capitosaures, diversificaron paraocupar así nichos tanto en el medio acuático como terrestre.
El Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont y la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Cataluña ponen en marcha este septiembre un programa de prácticas formativas dirigido a los conservadores-restauradores en activo o los alumnos del grado de Conservación y Restauración, que les permitirá especializarse en paleontología.
A pesar de que Cataluña tiene un rico y diverso patrimonio paleontológico, la formación en conservación y restauración en nuestro país no tiene ninguna enseñanza reglada que permita especializarse en paleontología, o de manera más general, en colecciones de historia natural. Conscientes de ello, el ICP y la ESCRBCC inician una colaboración para dar respuesta a las necesidades de formación de museos, gestores culturales o empresas paleontológicas. Gracias a un convenio firmado recientemente, estas dos instituciones pondrán en marcha un programa de prácticas formativas especializadas en materiales paleontológicos, que se dirige a restauradores de la especialidad de Conservación y Restauración de Bienes Arqueológicos en activo y / o alumnos de la ESCRBCC que hayan finalizado sus estudios.
El programa de formación, con una dedicación de 400 horas, combina horas lectivas presenciales, trabajos y prácticas de taller y la realización de un proyecto final. Cada alumno tendrá un tutor del Departamento de Preparación y Conservación del ICP, que hará el seguimiento de su trabajo y estará a su disposición en los horarios que se establezcan. Según el acuerdo, este mes de septiembre el ESCRBCC y el ICP harán una selección de los alumnos-hasta un máximo de tres por curso- que participarán en esta primera promoción del programa de prácticas.
El ICP dispone de uno de los talleres de restauración más grandes y mejor equipados del estado, con un equipo técnico especializado y con una larga experiencia en la conservación y restauración de materiales paleontológicos. Es este mismo equipo el que ha liderado otras actividades de formación en este ámbito así como también los encuentros internacionales de conservación de colecciones de Historia Natural, conocidos como "conservation-workshop", que se celebran bianualmente. El ICP está trabajando ya en la tercera edición de estas jornadas, previstas para 2013.
Las personas interesadas en participar en este programa de prácticas formativas pueden dirigirse a la Responsable del Departamento de Preparación y Conservación del ICP, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., enviando su currículum profesional o expediente académico.
Los restos fósiles de Amphiperatherium frequens recuperados en la Cuenca Ribesalbes-Alcora en Castellón son los más meridionales de Europa. Este marsupial, el último que vivió en nuestro continente, se extinguió hace unos 14 millones de años. El trabajo se publica esta semana en la edición online de la revista Comptes Rendus Palevol.
El artículo "The southernmost Miocene Occurrence of the last European herpetotheriid Amphiperatherium frequens(Metatheria, Mammalia)" presenta la primera descripción de restos fósiles en España del último marsupial europeo. Estos restos provienen de las localidades de Mas d’Antolino, Mas de Torner y Barranc de Campisano, en la Cuenca Ribesalbes-Alcora (Castellón). Con la extinción de la especie Amphiperatherium frequens, a la que se han adscrito los fósiles encontrados en Castellón, los marsupiales desaparecieron de Europa. El trabajo se publica hoy en la edición online de la revista Comptes Rendus Palevol, que firman los investigadores Marc Furió del ICP; Francisco J. Ruiz-Sánchez, Vicente D. Crespo y Plinio Montoya de la Universidad de Valencia, y Matthijs Freudenthal de la Universidad de Granada.
Hasta ahora sólo se habían documentado restos de estos marsupiales en Europa central, donde las condiciones ambientales durante el Mioceno eran más húmedas. De hecho, la región de Ribesalbes-Alcora es una de las regiones más húmedas de la Península Ibérica, aunque no tanto como las otras localidades europeas donde se han localizado restos de Amphiperatherium. Estas condiciones climáticas explicarían el hecho de que la presencia de este marsupial en los yacimientos de Castellón sea más escasa que en los yacimientos europeos más al norte.
Gran parte de los restos de A. frequens documentados en Europa se encuentran en yacimientos de hace entre 17 y 15 millones de años, coincidiendo con el Óptimo Climático del Mioceno medio, cuando Europa tenía un clima mucho más cálido y húmedo que el actual. La extinción de esta especie, hace unos 14 millones de años, coincide con el cambio climático que trajo temperaturas más frías y cambios en la vegetación.
Los restos fósiles de este trabajo provienen de diferentes yacimientos de la Cuenca Ribesalbes-Alcora, en Castellón, conocidos internacionalmente por la excepcional riqueza de la fauna de micromamíferos. Los restos deAmphiperatherium frequens son sólo 9 piezas de entre unas 200, cantidad que supone una parte muy pequeña de los fósiles que se han recuperado.
Los marsupiales, grupo de mamíferos al que pertenecen los canguros o los koalas, y que actualmente sólo se encuentran en Australia y algunas regiones de América, vivieron también en África, Asia y Europa hace millones de años. En Europa los últimos restos datan del Mioceno, hace unos 14 millones de años.
El estudio de más de 4.000 restos fósiles de musarañas Nesiotites de las Islas Baleares indica que estos pequeños mamíferos colonizaron primero Mallorca, desde donde habrían llegado a Menorca durante el período glacial de hace unos 2 millones de años. Estas musarañas se extinguieron con la llegada del hombre a las islas.
Investigadores del ICP han medido y analizado hasta 4321 restos fósiles de musaraña del género Nesiotites de dosyacimientos de Mallorca (Cantera de s'Ónix y Canet) y uno de Menorca (Barranc de Binigaus). La comparación del tamaño y la forma entre el registro fósil de las dos islas, que incluye diferentes especies, muestra que los rasgos morfológicos de la especie Nesiotites meloussae de Menorca no son suficientes como para pensar que se trata de una especie diferente de los restos encontrados en Mallorca en yacimientos de una antigüedad equivalente. Esto confirmaría la hipótesis de que Nesiotites meloussae emigró a Menorca desde Mallorca, seguramente durante el período glacial de hace unos 2 millones de años, cuando las dos islas habrían estado conectadas. El estudio lo publica esta semana la edición online de la revista Comptes Rendus Palevol.
El origen de N. meloussae, la especie encontrada en Menorca, ha sido cuestionado por diferentes investigadores. El paleontólogo holandés J.F.W. Reumer postulaba que ésta no era una especie diferente de las encontradas en Mallorca, donde él mismo identificó restos de una tercera especie evolutivamente a medio camino entre las dos especies conocidas hasta entonces N. hidalgo y N. ponsi. Si esta hipótesis es correcta, esto implicaría que las musarañas Nesiotites no evolucionaron independientemente en las dos islas durante los últimos 5 millones de años, como han defendido otros trabajos, sino que esta musaraña habría habitado primero Mallorca, y más tarde habría colonizado Menorca . De hecho, el paleontólogo mallorquín Pere Bover y sus colaboradores postulan que no sólo esta especie sino toda la fauna de mamíferos endémicos de Menorca habría sido reemplazada por la fauna mallorquina hace unos 2 millones de años, aprovechando un período glacial cercano a la transición entre el Plioceno y el Pleistoceno. Desde entonces las faunas quedaron inalteradas hasta su extinción con la llegada del hombre, hace unos 5.000 años. Los resultados del trabajo que acaba de publicar, dan fuerza a esta hipótesis.
El género Nesiotites incluye un conjunto de musarañas fósiles endémico de islas mediterráneas sin representación actual. Se han encontrado restos en Mallorca, Menorca, Córcega y Cerdeña. El género fue descrito por la investigadoraDorothea M. A. Bate en 1944, a partir de diferentes especies de estas islas. La misma Bate describió dos especies diferentes: N. hidalgo descrita a partir de restos fósiles de Mallorca y N. corsicanus a partir de restos encontrados en Córcega. Hasta hace poco se conocían otras 3 especies: N. similis de Cerdeña descrita por Hensel, N. Ponsi la especie mallorquina descrita por Reumer y N. meloussae de Menorca descrita por Joan Pons y Salvador Moyà. Recientemente el investigador Juan Rofes y colaboradores han publicado la descripción de una sexta especie, N. rafelinensis, también de Mallorca.
+ info Pons-Monjo, G., Moyà-Solà, S. & Furió, M. (Published online 2012). New data on the origin of Nesiotites (Soricidae, Mammalia) in Menorca (Balearic Islands, Spain). Comptes Rendus Palevol.